Catedral de Salamanca

William Bradford

Este edificio, uno de los más famosos de España, se empezó a construir durante la edad de oro de las artes, bajo el papado de León X, y no se terminó hasta finales del siglo pasado. Se le puede atribuir cierta falta de unidad en el diseño de la construcción y desigualdad en el gusto para los adornos, siendo esto lo más destacable, producto todo ello del tiempo transcurrido entre el principio y el final de su construcción, aunque lo cierto es que el conjunto resulta extremadamente bello.

El exterior del edificio está recargado de bajorrelieves, de esculturas de bulto y de ricas molduras, que encontramos con especial profusión en la fachada occidental. En esta parte, la fachada entera no es más que una masa esculpida representando a una multitud de personajes históricos sacados de la Biblia. Uno de los más destacables es la adoración de los Reyes Magos, en su nicho ovalado, que todavía conserva todo su frescor y no parece haber sufrido los avatares ni del tiempo ni del clima.

El interior de la Catedral tiene un carácter sencillo y majestuoso. Sus proporciones interiores son de trescientos setenta y ocho pies de largo por ciento ochenta y un pies de ancho. La altura de la nave es de ciento treinta pies y la de los laterales de ochenta. Los pilares que sujetan la bóveda son de grandes dimensiones y sus capiteles están ricamente adornados. El altar, separado de las naves centrales y laterales por una barandilla de hierro, está cubierto de terciopelo carmesí. Por encima, a una altura prodigiosa, se divisa el interior de la cúpula, ricamente adornada con dorados y colores vivos.

Los altares laterales, que están cerrados excepto los días en que se celebran los santos a los que están dedicados, al estar recargados de adornos y engalanados de colores vivos, agradan mucho más el gusto de los españoles que el propio cuerpo de la iglesia.

Entre las principales bellezas de esta catedral destacan una balaustrada del diseño más puro, que rodea las paredes, y la tumba de un obispo, que se encuentra al norte del altar. El defecto más notable es una cortina pesada y sin la menor gracia que separa la nave principal de las laterales y echa a perder la magnífica vista que se tendría desde la entrada.