Las damas españolas, cuyos encantos tan a menudo se han alabado, merecen de verdad los elogios que recibieron.
Su tez es generalmente morena, aunque también a veces clara, sus rasgos son regulares, su talla bien proporcionada y su porte es de lo más airoso.
A pesar de la moda general que reina en Europa entre las clases altas, una manera de vestir totalmente distinta y muy española, tal y como se estilaba antes de la llegada de la casa de Borbón, sigue al uso entre la nobleza segundona e incluso entre algunos grandes, sobre todo en las provincias alejadas de la capital.
La lámina representa el traje de una dama de este tipo. Destacan una mantilla o velo de encaje y un vestido ajustado, de satén adornado con terciopelo, sobre el cual se lleva un mantón de encaje ribeteado con flecos de seda que baja hasta la rodilla. Este traje suele ser negro; sin embargo, se lleva a veces de color, pero nunca para ir a misa.
Las jóvenes que van a la iglesia siempre están acompañadas por una vieja ama.