La decoración exterior de la iglesia del Convento de los Dominicos presenta cierto parecido a la de la Catedral y muestra de igual forma el esplendor del gótico y la mezcla de estilos arquitectónicos. El interior es espacioso, poco luminoso y bien adaptado para poder apreciar las ceremonias del culto católico romano. Un arco bajo, que se extiende de lado a lado, arroja sombra sobre casi una tercera parte de la iglesia. Encima del arco se encuentra el coro, desde donde la potencia del órgano y las voces profundas de los monjes consiguen su máximo efecto.
A través del arco se divisa perfectamente el altar y la parte oriental, la cual, en la tamizada luz del edificio, se presenta como un delicioso y confuso conjunto de oro y carmesí, en medio del cual se halla la figura de la Virgen, vestida de brocado y oropeles.
El convento, que se comunica con la iglesia por una serie de claustros, cuenta con una buena biblioteca y con valiosas reliquias, muy apreciadas por los monjes